La Abuela Mocha (Por Arancha Alonso)

Un relato sobre una de las piedras más famosas de Valverde, tanto como el Fraile o la Peña la Era. Presentado el pasado año al III Certamen literario Francisco Martín «Larami», a punto de convocarse de nuevo.

“¡Ay que cansada estoy, con la de veces que he subido esta cuesta corriendo… claro que por aquel entonces era una jovencilla vivaracha y ahora voy camino de los 100 años…!” Pensaba mientras subía la cuesta con la cesta de manzanas recién cogidas del huerto. Recordaba esos años mozos en los que había ido andando hasta Umbralejo con una carga de carbón, o subido a Ocejón a cuidar las cabras o rescatar un chivillo, e incluso al Cerro del Campo, pero ya no valía. Cada día recogía unas poquitas para hacer un bizcocho para la merienda, compota para el postre o manzanas asadas para cenar, su casa siempre olía a azúcar tostado y canela.

Con cordero

La abuela Mocha, que era como todos la llamaban, era la abuela de las abuelas, con los años se había hecho chiquitita y achatada y de ahí que los niños del pueblo la hubieran puesto ese apodo, a ella la encantaba, decía que si tenía un mote era que los niños la veían como una más de la pandilla y la verdad que así era, su casa siempre estaba abierta a todos, disfrutaba teniendo el corral lleno de niños que se acercaban a merendar y a las mamás haciendo ganchillo, cochas de trapos… el corral de la abuela era el lugar de reunión del pueblo.

IMG 6891

Aquella tarde se encontraba más cansada de lo habitual, la cuesta parecía más empinada que de costumbre, la cesta más pesada que otros días y los ánimos más apagados, llegando a la era se tuvo que sentar para poder descansar un poco y pensó que tendría que echarse una siesta antes de preparar los dulces de la merienda. Desde donde estaba contempló la sierra, al otro lado Majaelrayo, La Vereda, Campillo, Cantalojas y pensó en la de veces que había andado esos caminos.

DSC00860

Las barrenillas de la abuela

En la plaza, los niños esperaban impacientes, ¡no paraban quietos!

“Que energía tienen” pensó la abuela cuando asomó por el callejón, “Creo que mi siesta va a tener que esperar”.

“¡Abuela, abuela, que bien que ya haya venido! ¡Estamos deseando hincarle el diente al bizcocho o las barrenillas!” dijo el más pequeño de todos.

“Pero si aún no lo he preparado, renacuajo, vengo de recoger las manzanas, tendrás que esperar un ratito”

“¡Jo!” Exclamaron todos a la vez.

“Niños, la abuela tiene que descansar, hoy tendréis que merendar manzanas sin más, nada de bizcocho”, dijo una de las mamás.

“Deja, deja hija, me siento un poquito y enseguida lo preparo, como voy a dejar a estos pequeños sin el bizcocho de la abuela mocha, quién sabe cuántos más les podré preparar”.

IMG 6900

I

Ella sabía que quizá el próximo otoño ya no podría, llevaba semanas sintiéndose cansada y 100 años eran muchos y aunque siempre había tenido muy buena salud el tiempo pesaba y pasaba.

Subió a la cocina, la lumbre chisporroteaba y miró anhelante al sillón que tenía junto a ella. Preparó todos los ingredientes del bizcocho, peló las manzanas, batió las claras a punto de nieve para que quedará más esponjoso, tamizó la harina junto con la levadura y una vez mezclado todo lo echo en el molde, lo decoró con trocitos de manzana y azúcar y lo metió al horno de la chimenea, así, además de a manzana, tendría un ligero olor a madera y a tostado.

IMG 6904

Se sentó en su sillón junto a la lumbre, cogió la manta de trapos que había hecho con su madre cuando sólo era una cría y cerró los ojos para intentar dormir. Pensó en cuántos bizcochos había hecho a lo largo de los años, en sus manzanos de manzanas rojas y verdes, en las sonrisas que los niños tenían cuando les partía un trozo, en el olor de su cocina, siempre inconfundible… Había sido muy feliz allí, sabía que su lugar era sentada en su corral con una sonrisa o acurrucada y dormida junto a la lumbre a la espera de que algún dulce se horneara.

Hoy algo había cambiado, cuando cerró los ojos pensó que era hora de buscar otro sitio, uno en el que siguiera rodeada de sus vecinos, pero donde ya por fin pudiera descansar … “quizá en el camino de la era llegando a los Chorretones, así estaré cerca y los niños podrán seguir yendo a visitarme, ¡y ahora tendrán que ser ellos los que me lleven la merienda!” Y sin más se durmió.

Abuela nevada

A la mañana siguiente la abuela se había ido y en el camino de la era llegando a los Chorretones como ella había pensado una gran roca, achatada y sonriente se formó recordando para siempre a la “Abuela Mocha”.

Desde entonces los niños, en su fiesta, se juntan a escuchar un cuento, y, al pasar por allí, dejan una rama de hiedra o una manzana en su desdentada boca, que tantas veces les sonrió y animó a probar sus sabrosos dulces.

Cuento ante la abuela Mocha en los noventa

Cuento ante la abuela Mocha en los noventa

Si te ha gustado esta entrada, ¡compártela!

Suscríbete

Con cada entrada nueva en el blog, recibirás un email de aviso

Únete a otros 38 suscriptores

También te podría gustar...

1 respuesta

  1. María Pilar Palancar Ranz dice:

    Precioso!!.Me emocionan estos relatos ,y ojalá nunca se pierdan….que pasen de generación en generación.para no olvidar nunca de donde venimos,aunque no tengamos claro donde vamos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

¡Nueva sección Rutas!

Descubre más desde Valverde de Ocejón

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo