Valverde en verano

Ningún mes en el año tenía, probablemente, la vitalidad de que disfrutaban los meses de Julio y Agosto. Meses de días largos y de jornadas interminables, casi dedicadas en su totalidad a las labores del campo. Las cosechas no eran muchas, pero eran esenciales para la supervivencia de los pobladores del lugar. Ahora los tiempos han cambiado y las actividades son otras…

Los valverdeños de antaño tenían su propia organización con el fin de que hubiera un adecuado orden en las tres tareas fundamentales del mes: el regadío, la trilla y los rebaños, a los que más tarde dedicaremos un capítulo. Hoy día ya no hay rebaños, dejamos de ser un pueblo de pastores, y la trilla ya desapareció con el abandono del cultivo del cereal. (En la foto de cabecera de MJ Silvestre, tomada del calendario valverdeño, podemos ver al tío Vicente acarreando en una de las últimas cosechas del pueblo). En cambio, el regadío sigue funcionando con las normas de antaño, aunque suavizadas las labores de mantenimiento del Cacerón, la Cacerilla y las pozas, y liberados de la nocturnidad del riego.

“El riego hay que vivirlo”, decía la tía Ignacia. Desde la famosa aventura de la construcción del Cacerón, quizás por el tío Agapito o por el abuelo Sebastián (el tío Rebollo) en mil ochocientos y mucho, el hecho de “ir a por el agua” adquiere carácter épico. Lo fue en su principio y lo es cada año cuando, a golpe de corneta y campana, se convoca a todos los regantes a la hacendera del Cacerón a las siete de la mañana de un día del mes de Junio.

Por supuesto las horas son sagradas y las conversaciones al respecto, inagotables. Hay que ser experto en adras, arbollones, toperas, tablares y surcos con el fin de cumplir adecuadamente el legado generacional. Lo normal es que nos quejemos siempre de que viene poca agua, de que nos la quitan antes de tiempo, de “para qué quiere fulanito tanta agua” y de que nadie la echa a su hora al arroyo o al sumidero…

Afortunadamente ya no es necesario levantarse por la noche, con un farol o candil, y adivinar cuando ha llegado el agua al final del surco para cambiarlo. La escasez de cultivos hace que podamos descansar por la noche, y a veces al mediodía, sin miedo a las represalias de los abuelos por no aprovechar el regadío. Lo que no queda claro es el futuro del riego en función de la progresiva desaparición de los cultivos y de la pertinaz sequía que nos asola.

La trilla también tenía una organización especial. Un excelente artículo al respecto, de nuestro colaborador José Fernando Benito, fue publicado en los Cuadernos de Etnología de Guadalajara en el año 2017: La trilla en Valverde: organización compleja. En: https://valverdedeocejon.com/wp-content/uploads/2023/08/12_Benito_Trilla.pdf).  No había mucho cereal (trigo y centeno, sobre todo), quizás Manuel el que más, cien fanegas. Y las eras no eran muy grandes, pero se podían hacer 3 o 4 parvas en un día, en la era grande, las pequeñas y la de arriba. Unas veces se hacía un sorteo y otras cada uno iba seleccionando la fecha más probable que le cuadraba, todo el mes de Agosto, día arriba o abajo, y se lo comunicaba al mayoral, al representante de la Hermandad de labradores y ganaderos, o al ayuntamiento.

Se iban publicando los días de cada uno y se asignaban los lugares para colocar la “cina” en la era, comenzando por la izquierda. Había que tener en cuenta que casi todos aportaban aperos, yuntas, hombres, mujeres y niños para ayudar al vecino y había que calcular bien cuándo le tocaba a cada uno.

Todo el mundo participaba según sus posibilidades. Pero había tareas bien delimitadas: los hombres, segar, extender la parva y volverla, albeldar y bajar las sacas. Mujeres, sacar el bálago, preparar las comidas y bebidas y barrer la era al acabar. Niños, llevar la merienda, acarrear, trillar.

La última siega y trilla fue organizada por la familia de Isidoro Mata en el año 1999 y fue un acontecimiento en Valverde. Gracias a ello, poseemos unas entrañables películas de vídeo donde se recoge fielmente todo el proceso. Y además, podemos disfrutar de la presencia en las tareas de muchos valverdeños ya desaparecidos. Costumbres, viejas costumbres…

Solo las fiestas de la Virgen y San Roque suponían un respiro, incluyendo comida de los danzantes y baile en la plaza. Ahora el 15 de Agosto y los días próximos congregan de nuevo a casi todos los valverdeños: misa con ofrenda de flores, marcha de la vereda a Cantalojas, y la era se convierte en una cancha de juegos donde los niños disfrutan de su fiesta, organizada por las madres jóvenes. Globos, carreras, hinchables, tirolinas, etc. ocupan holgadamente el espacio que antes se quedaba pequeño para los 500 habitantes de Valverde. Ahora hasta casi 100 niños pueden congregarse en estos juegos de verano, mientras muchos recordamos a los más de cincuenta que un día hubo en la escuela. Quizás alguno de estos se convierta algún día en agricultor o ganadero, ahora que la vida en la sierra es más fácil que antaño.

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