6 de Diciembre… de 1936
Hay historias que nunca deberían haber pasado y eso mismo se podría decir de toda nuestra guerra (in)civil que diría el añorado Paco Martín «Larami». Luis Bermejo Moreno y Saturnino Gordo Bris tenían 71 años cuando el destino quiso que finalizara su vida pocos meses después de comenzar la guerra civil, hoy hace 86 años. En su honor y para conocimiento de sus muchos sucesores valverdeños contaremos esta historia que ya forma parte del pasado remoto y que los abuelos contaban, pesarosos, en voz baja.
Luis, valverdeño, estaba casado con Gertrudis y tuvieron dos hijos, Félix y Elisa, casada con Celestino. Y Félix, casado con Higinia, tuvo tres hijos: Donato, Víctor y Rufo. Por su parte Saturnino, a quien vemos de danzante hacia 1931 en la fotografía adjunta, había nacido en 1865 en Zarzuela de Galve, nuestro pueblo anejo, siendo hijo de Antonio Gordo y Lucía Bris. Casó con Francisca y de su matrimonio nacieron un hijo, Lorenzo, y tres hijas: Severiana, Victoria y Paca. Lorenzo tuvo cinco hijos, y sus hermanas, dos hijos cada una. Como la vida continúa y todos han tenido hijos, nietos y algún bisnieto llegamos a la conclusión que en Valverde hay más de un centenar y medio de descendientes y allegados de los referido Saturnino y Luis, incluido quien esto escribe, y algún cuadrinieto (o chozno). A ellos dedicamos estas líneas, con todo respeto y cariño, como haremos con cuanto seguirá apareciendo en este blog.
Lorenzo era el secretario del ayuntamiento de Valverde y era considerado de derechas, como también lo eran Celestino y Julián Benito Ranz. En base a ello, figuraban como objetivo en una lista negra. Un buen (mal) día, a mediados de octubre de 1936, la hija de aquel, Florita, fue a avisarles a las «Ombrihuelas» y la «Pasáelpromaillo» de que en la puerta de su casa había unos hombres con unos fusiles. Los tres, temiéndose lo peor, dejaron sus tareas y por los «Paredones» traspusieron en dirección a Cantalojas, por lo que no pudieron ser apresados. Sus perseguidores, al no poder apresar al secretario, se llevaron a su padre, Saturnino, al suegro de Celestino, Luis, y a Julián.
Su destino fue una prisión en Tamajón, donde comandaba las fuerzas republicanas un militar con base en Humanes. En esa época la parte derecha del río Sorbe era «roja» y la parte izquierda «nacional». En la cárcel de Tamajón permanecieron unos dos meses hasta que Julián se escapó y vino andando hasta Valverde, donde llegó a su casa y se metió en la cama sin decir nada a nadie. Afortunadamente nadie lo buscó de nuevo y pasó la guerra sin incidencias, falleciendo luego ya mayor.
Ante la fuga de Julián, sus guardines decidieron trasladar a los demás a la cárcel de Guadalajara, donde ingresaron el 28 de Noviembre de dicho año 36. Allí permanecieron pocos días. Las tropas franquistas estaban bombardeando la ciudad y los ánimos estaban caldeados. El día 6, a primera hora de la tarde, 23 aviones «nacionales» bombardearon la parte baja de la ciudad que probablemente afectó también al palacio del Infantado. Hordas enfurecidas asaltaron la cárcel de Guadalajara y durante horas fueron pasando por las armas a todos los que estaban allí recluidos, según parece hasta 303. Sus cuerpos fueron evacuados en camiones esa misma noche, según referencias, se cree que a fosas comunes del cementerio y a un olivar en la carretera de Chiloeches. Tras ellos iban dejando un reguero… de oraciones, dolor y lágrimas. Con posterioridad parece que hasta 170 personas supuestamente implicadas en la masacre fueron condenadas por el régimen franquista.
No nos anima ningún ánimo reivindicativo, sabiendo que ninguna idea merece una guerra y que los muertos, muertos están. En todo caso, lo contamos como lo oímos. El saber ni ocupa lugar ni ofende y de la historia debemos sacar, sobre todo, lecciones de convivencia.
(Información obtenida del testimonio de Gregoria, Florita, notas de prensa y documentos de archivos locales y provinciales)