Del domingo de Lázaro al de Quasimodo

Las celebraciones más densas del calendario religioso valverdeño duraban tres semanas. El domingo de Lázaro, el anterior al Domingo de Ramos, prologaba en cierto modo las celebraciones de la Semana  Santa, comenzando la Semana de Pasión. Tras una cuaresma austera con ayunos, penitencias y Vía Crucis, la resurrección de Lázaro, que se relata en el evangelio de este domingo, señala ya lo que iba a suceder quince días después con la resurrección de Jesucristo. Este domingo las mozas del bando cantaban el Cantar de Lázaro, recogido en nuestro Cancionero Popular Serrano. Todas las demás canciones que se entonan en Semana Santa en Valverde están también recogidas en el referido Cancionero

La secuencia de los domingos de este periodo  hasta el domingo siguiente a Pascua nos la muestra la cancioncilla que se repetía en este día:

“El domingo de Lázaro maté un pájaro,

el de Ramos lo pelamos,

el de Pascua lo eché al ascua,

mientras misa se hizo ceniza,

mientras el sermón, carbón,

el domingo de Quasimodo

lo comimos con patitas y todo”.

El Miserere se celebraba todos los viernes de cuaresma, pero era el viernes de Pasión el que adquiría caracteres más solemnes y tenebrosos, acompañado del fragor del golpeteo en la tarima, la oscuridad en la iglesia y la voz del tío Cándido:

“Rompe, rompe mis cadenas, alcanzadme libertad,

cuán terribles son mis penas, piedad, gran señor piedad”.

Las mismas mozas entonaban el Cantar que lleva su nombre el Domingo de Ramos mientras todo el pueblo hace la procesión con una rama de acebo en la mano. La canción, también recogida en nuestro Cancionero, comienza así en una de las tres versiones existentes:

“Con el permiso de ustedes, si nos prestan atención

del misterio de este día, oirán la explicación”.

Jueves Santo era el día de preparar el Monumento, y las mozas debían tener su Jarra lista para ponerla a sus pies.  Otra peculiaridad de este día, además de  la procesión de los Hermanos del Señor, estriba en el Lavatorio de los discípulos: doce niños, ataviados con el mantón de Manila que llevan los danzantes, colocado en bandolera, se dejan lavar los pies, al tiempo que suena la canción de El Lavatorio:

“Cuan humilde y amoroso, tomó una blanca toalla

el Señor, puesta en su hombro y una bacina con agua

para hacer el lavatorio”.

Dos procesiones marcan el Viernes Santo: la que se hace por la mañana rezando el Vía Crucis entre la iglesia y la ermita y la que hace el mismo recorrido, pero en este caso rememorando el Entierro:

“En el doloroso entierro de aquel justo ajusticiado,

que por culpas, y no suyas, quiso morir en un palo”.

El entierro es uno de los actos más concurridos de la Semana Santa valverdeña y su final está dedicado a la Dolorosa, que queda sóla en la iglesia sin su hijo:

“Cuando os presentáis a Dios, mucho, madre os martiriza

la espada que a él y a vos Simeón os profetiza.

Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos

nuestras almas entreguemos en las manos del Señor”

El fin de la Semana Santa lo marcan dos hechos característicos: el primero es la confección del Judas por los mozos, en la noche del Sábado Santo, siendo colgado de madrugada entre la torre y el tejado de la casa más próxima. El segundo es la Procesión del Encuentro en el que la Virgen se reúne con el Niño al tiempo que suena la canción de Las Albricias:

“Por allí viene Jesús, aquí le aguarda su madre,

échese la gente a un lado que desean saludarse….

… Quiten el manto de luto, mayordomas a María,

quítenle el manto de luto, póngansele de alegría…”

El Domingo de Resurrección es día bolear las campanas y de felicitar las pascuas. Por la tarde el Judas es bamboleado desde lo alto de la torre, apedreado, pateado y quemado por los chiquillos. El lunes todavía era día de fiesta y la semana de Pascua tenía todavía aires festivos y de congratulación. Y el siguiente domingo era el de Quasimodo, en honor a la antífona de su nombre, dedicada a los bautizados la noche de Pascua y era el último día para cumplir con el precepto de “Comulgar por Pascua Florida”:

“Quasi modo geniti infantes”:  “Como niños recién nacidos…”

Los festejos ya se despedían hasta los siguientes jueves grandes: la Ascensión, el Corpus y la Octava, setenta días justos tras la Pascua de Resurrección. Pero eso ya es otro cantar.

Y aquí una secuencia de imágenes de antaño a hogaño

 

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