Nuevo Cacerón y nuevo camino a la Chorrera

En estos días se finaliza la obra de reforma del camino a la Chorrera que incluye también arreglos en el cauce del Cacerón. La obra inicial probablemente anda cerca de cumplir 150 años. Esta es su historia y su actualidad.

No hemos sido capaces de encontrar documentación que atestigüe de modo fidedigno en qué momento, cómo, por quién y por qué se llevó a cabo la obra del Cacerón. Testimonios orales, que se nos han ido trasmitiendo, hablan de que fue el “tío Agapito” (24 de Marzo de 1860 – 22 de Febrero de 1926) quien lo comenzó, a finales del siglo XIX. Otros dicen que fue su coetáneo el “tío Rebollo”, el abuelo Sebastián, padre de la tía Dora (nacida en 1892) y abuelo de Juanito, el danzante.

En todo caso la obra de ingeniería hidráulica estuvo muy bien pensada y mejor realizada; su trazado, dadas las características del terreno y la distancia a recorrer, es impecable, e inmejorable. En 3 km salva los poco más de 100 m de desnivel que separan la Chorrera de Zarzuela  y, analizando la orografía, es imposible que pudiera cubrir más terreno.

Conocido es también el hecho de que la gente del pueblo se burlaba del constructor diciendo que como no fuera a cántaros no iban a llevar el agua hasta el pueblo. Así pues el ingenioso y tozudo impulsor de la obra comenzó sólo, siendo la burla y el hazmerreír de sus coterráneos;  por su cuenta, armado de pico y azadón, con sus seguramente encallecidas manos y bien curtida sesera, comenzó a picar a los pies de la Chorrera y pasito a paso fue llegando a la “Prairuela”. Allí ya sus paisanos pensaron que la cosa iba en serio y finalmente en los “Llanitejos” se sumaron a la obra. El entusiasmo se generalizó y se recuerda, por ejemplo, a la “tía Eusebia” transportando grandes terrones a la grupa sobre su propia cadera para colaborar a la obra.

La hacendera del Cacerón se repite cada año y a lo largo del mismo, y de la Cacerilla, se reparten los regantes preparando el cauce para que el agua llegue, abundante y presurosa, a cada parcela al aproximarse el inminente periodo de regadío.

En su día, allá por el año 1983, siendo alcalde Antonio Monasterio, se realizaron las primeras entubaciones, siendo el proyecto objeto de un premio recogido en la Feria de la Maquinaria agrícola de Zaragoza; allá se desplazó medio pueblo a las cinco de la mañana, con su alcalde al frente y la crónica fue recogida en su día en nuestra “Carta del Pueblo”. (Abril de 1984) y en la prensa. Los tubos hicieron su servicio, pero la estética era mejorable y los turistas recomendaban al personal llegar a la Chorrera “siguiendo los tubos”. Afortunadamente los tubos han pasado a la historia.

En el año 1999 con la constitución de la Comunidad de Regantes se autorizaron por la Confederación Hidrográfica del Tajo hasta tres tomas en el paraje de la Chorrera y del Gollindo (“solo para el caso de que la primera no permita el caudal necesario”) con hasta 86.400 m3/año.

Hace unos años, el Ayuntamiento, el Parque Natural y la Comunidad de Regantes se plantearon mejorar tanto el camino de la Chorrera como el cauce del Cacerón. Es el momento en que la obra, más o menos denostada o perfeccionada, va a llegar a su fin: se han retirado tubos, empedrado tramos, facilitado pasos en roca, ensanchado senderos, soterrado canalizaciones, captada el agua del barranco de la Morena…. Ya sólo falta que el año pluviométrico sea generoso y oportuno. Y que los caminantes sean respetuosos con la conducción de agua y sus revestimientos.

En  el pregón de la fiesta de 1999, siendo alcalde el recordado Pepe Cónsul, Bernardo Gordo, nieto del abuelo Agapito, proponía un homenaje a los esforzados valverdeños que en su día hicieron posible una obra que tanto bien, entretenimiento y tertulias ha traído a nuestro pueblo:

José Cónsul presenta a Bernardo Gordo

“Vaya este recuerdo, agradecido y emocionante, para aquellos hombres que tuvieron el coraje de hacer la reguera del Cacerón. que supuso un gran avance para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. El trabajo del campo fue siempre muy duro y bien podemos decir que no sólo regaron las tierras con el agua del Cacerón, sino que también las regaban con el sudor de su frente.”

Quizás sea el momento, una placa discreta, y en pizarra naturalmente, podría recordar y agradecer su esfuerzo a quienes fueron responsables de que, durante casi siglo y medio disfrutemos del Cacerón corriendo por nuestros huertos, calles y plazas. Y dando alegría, con su cantarina voz, a nuestro transitar por el pueblo o camino de la Chorrera.

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