De Vírgenes, ermitas y pantanos.
Muchas ermitas, algunas en nuestra Sierra, duermen sumergidas bajo las aguas de un pantano y otras velan el sueño de los pueblos ahogados en sus profundidades: El Vado, Peñamira y Beleña, Alcorlo, El Atance.… Sólo Pálmaces salvó su ermita de la Soledad, ubicada fuera de la zona inundable de su embalse, y que además ofrece unas magníficas perspectivas del pantano (como podemos ver en la foto cedida por su alcalde Modesto Benito) y de las puestas de sol. Las demás acabaron ahogadas. Aunque para alguna hubo un rescate y reconstrucción heroicos, de otras ya casi nadie se acuerda y algotras siguen todavía esperando la visita melancólica de los que antaño fueron amparados por sus Santos o Vírgenes titulares.
Muchos de los pueblos que rodean estos pantanos están desaparecidos y formaron parte del ramillete de enclaves que la Asociación Serranía de Guadalajara recogió en su libro Serranía de Guadalajara, despoblados, expropiados, abandonados. Las presas prometían progreso y productividad a sus riberas, pero realmente el precio de su construcción fue la desaparición de sus pueblos y de sus habitantes. Con ellos naufragaron también las rogativas que se celebraban a los pies de sus ermitas.
Al lado del pantano de El Vado permanecen las ruinas, tristemente bellas, de la que fue la morada de la Virgen Blanca, Santa María de El Vado. Nos imaginamos allí al Arcipreste de Hita contemplando el pueblo: Cerca de aquella sierra hay un lugar honrado, muy santo y muy devoto: Santa María de El Vado. Los muros sin tejado, la espadaña sin campanas y el cementerio sin cruces otean en la lejanía a nuestro pico Ocejón, que un día los vio rebosantes de festejos y duelos.
La Virgen de Enebrales, “la serrana”, allí cerquita del pantano, sí que sigue congregando a sus fieles en Mayo y en Septiembre. Pero, que sepamos, nadie celebra los recuerdos de aquellos tiempos y ritos ante su vecina la Virgen Blanca de El Vado. Únicamente, en ocasiones, los nuevos habitantes de La Vereda, víctima indirecta del pantano, se reúnen recordando su fiesta mayor y la de El Vado y Matallana. Andrés Campos, en un escrito recuperado por Abraham Prieto en el referido libro, describía sus sensaciones: La soledad de Santa María de El Vado no es una soledad normal. Es una soledad que sobrecoge, que asusta, que tiene algo de graznido, de grabado de Doré, de plaga medieval.
No muy lejos de allí, la Virgen de Peñamira mira las peñas (del Capón y la Cagarruta) junto a las que asentaba la ermita y de donde se esperaba rescatar por unos submarinistas la imagen de su nombre. Realmente la imagen estaba disuelta en las aguas del pantano de Beleña, pero el rescate se consiguió, al menos espiritual y afectivamente, por parte de los vecinos y devotos que se empeñaron en su recuperación. Se restauró la imagen, se reconstruyó una ermita y se restableció el culto que durante tantos años congregaba a los fieles del Campo de Peñamira: Beleña, Torrebeleña, Romerosa, Aleas, Montarrón, La Puebla, La Mierla, Muriel, Sacedoncillo…
Llegado el último fin de semana de Mayo sigue celebrándose la romería que congrega a fieles y simpatizantes de estos pueblos: misa de campaña, himno a la Virgen, procesión, subasta de banzos y cintas, comida de confraternización… Ya 25 años desde que el empeño de muchos y la colaboración de la Confederación Hidrográfica del Tajo consiguió que el anhelo fuera realidad. La historia está magníficamente contada por el cronista de la comarca, Francisco Lozano Gamo, en su libro Campo de Peñamira.
Alcorlo era un pueblo próspero con una vega feraz, ahora es un pantano generoso y el espíritu de un pueblo que no olvida su pasado, pero que es capaz de vivir su obligado presente. El 28 de Enero de 1982 se derribaron sus casas para proceder al llenado de la presa, aunque se consiguió el traslado de la iglesia y que no se olvidaran sus ermitas. Además de la iglesia de San Salvador, reconstruida en Azuqueca, había dos ermitas en Alcorlo, la de San Bartolomé, titular de la fiesta grande y la de la Soledad, cómo no. ¡Cuánto sentimiento trasmite ese nombre en nuestras solitarias ermitas!
En los años setenta se decidió la construcción de la presa y se inició el procedimiento de expropiación, pero aún seguía viva la llama del recuerdo de los alcorleños. Todavía construyéndose la presa, 24 vecinos de Alcorlo solicitaron mediante escrito judicial la construcción de una ermita y un cementerio en el “cerrillo de los olmos”. Lo consiguieron de la Confederación Hidrográfica del Tajo: tuvieron su ermita, su cementerio y su salón de reuniones.
Y, apesadumbrados en el recuerdo, pero gozosos en su reconvivencia, se reúnen en las fiestas de San Bartolomé, 24 de Agosto (esta misma semana), y de San Antonio, 13 de junio, rezan por sus difuntos, reviven sus imágenes e historias y comparten rememoranzas y viandas (es la “fiesta del huevo frito”). Y mantienen viva una asociación “Hijos y Amigos de Alcorlo” y una página Alcorlo.com donde se vuelcan infinidad de imágenes y magistrales películas de la mano de Agustín Esteban (a quien pertenece la foto adjunta) y colaboradores. Ahogarán nuestro pueblo, pero no nuestros recuerdos, parecen decir.
¿Qué fue de El Atance? ¿Y de su ermita de la Soledad? Una ermita que parece rumiar su abandono, contemplando la ladera inundada con las aguas saladas de su río. La iglesia de San Diego de Alcalá fue trasladada al barrio de Aguas Vivas en Guadalajara, una vez más de manos de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Pero la ermita afrontó, como pudo, saqueos, inundaciones, ventiscas, desmoronamientos… Poco a poco ha ido claudicando. Vacía de sus imágenes, casi olvidada de los que fueron sus feligreses, desacralizada por el obispado, asumida por el ayuntamiento de Sigüenza, catalogada, pero menospreciada, por los responsables culturales, y carente de interés para la Confederación del Tajo, espera, resignada una posible restauración.
Algunos vecinos nostálgicos y simpatizantes, unen sus voces, junto al párroco de la reconstruida iglesia de San Diego, para conseguir evitar su abandono definitivo. Y parece que Sigüenza, con sus aspiraciones de ser nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad, con su alcaldesa María Jesús Merino al frente, podría lanzarse a su rescate. Unos y otros no querrían verla tal y como ahora se encuentra la iglesia de su pantano hermano del Vado. Y las referencias de Peñamira y de Alcorlo suponen para ellos un horizonte esperanzado. ¿Habrá algún día romería y comida de hermandad junto a la ermita de la Virgen de la Soledad de El Atance?
Curiosamente, los habitantes del paleolítico celebraron en las proximidades de todos estos lugares sus ritos y dejaron allí sus huellas: Cueva de los Torrejones en Tamajón, Cueva Grande en Alcorlo, Cueva de Gorgocil en Muriel, yacimientos de Las Horazas en El Atance… Y, en centurias más recientes, dejaron también sus huellas, arquitectónicas, tradicionales o piadosas, los modernos pobladores de estos pagos. A nosotros, y a sus descendientes, nos corresponde ser dignos sucesores de quienes nos precedieron. Nos vemos junto a nuestras ermitas y pantanos.
Me gusta. Si, no es cosa solo de la Soledad de El Atance… la soledad ha hecho mella en otros bellos y santos lugares. Un abrazo, José María. Seguimos en el empeño. Gracias
Si, cierto. Mucha soledad por estas tierras