Llegó el mayo

Entre bodas, viajes, arreglo de la iglesia, ingresos, aglomeraciones, sequías y presentaciones del libro de Bernal, el mayo llegó puntual a su cita. En este Mayo florido, floreció también el árbol de la vida.

La tradición continúa. Mientras que los mozos, mozas y mamás jóvenes van montando la Asociación Cultural para promover actividades y fomentar la participación, alguien decía: “Próxima cita, el mayo”. Y un entusiasta proponía: “El próximo fin de semana estaría bien juntarnos un grupillo para ir a buscar y colocar el mayo”. Pero había boda. No importa, el puente era largo y daría tiempo para todo, aunque faltaran los novios.

Ya no se estila el hacha, la maroma y la yunta de mulas o de bueyes, y ya no se va al prao de la tía Sara, con Antonio a la cabeza, a buscar un buen álamo, los tiempos cambian. Pero habiendo entusiasmo, se encuentran soluciones. Primero buscar un buen ejemplar de pino, de los que plantaron las gentes del pueblo hace cincuenta años, bajo la dirección del valverdeño  Mariano y Epifanio, el de Umbralejo. Los mozos, y alguno menos mozo, van quedando poco  a poco en la plaza y se dirigen al pinar.

El ejemplar está al lado del camino, un par de cortes con el motosierra, un cable enganchado al tractor, unas cuantas voces de ánimo y el pino está en el suelo. La caravana se pone en marcha, primero por la pista de tierra y luego por la carretera. Los ajenos, madrileños y demás visitantes, tienen que esperar a que pase el cortejo y suba la cuesta de la María para llegar a la plaza.

Hubo un tiempo en que levantar el mayo era cuestión de tres o cuatro hileras de mozos enganchados a las sogas: desde el campanario, la casa de Mercedes y la plaza, buscando fuerza y equilibrio. Un nudo corredizo hacía posible levantarlo desde bastante altura y soltarlo de un tirón desde abajo. Ahora el tractor simplifica las cosas, pero las hileras con las sogas siguen siendo necesarias. En todo caso, niños y grandes contemplan desde las esquinas de la plaza la ceremonia.

También hubo ocasiones en que el mayo se configuraba con tres troncos adecuadamente ensamblados: se conseguía un ejemplar más alto y era más fácil de transportar. Cuando esto era así cada parte del mayo tenía nombre:  el pie era la parte de abajo, el brazo la del medio y la barandilla la de arriba. En lo alto se ponía un pañuelo preparado por las mozas, aunque nunca hubo costumbre de trepar hasta arriba a cogerlo.

Al fin el mayo luce en la plaza. Todos contentos, las redes sociales arden: “¡Qué fin de semana más completo¡ ¡qué hermosura de mayo!, ¡Gracias!, ¡Qué pena no estar ahí!, ¡Qué fenómenos, que la tradición no decaiga¡,¡ Muy bien, chicos!, ¡Olé!…”. Y todo el mundo cuelga sus fotos y videos.

Ha sido un éxito, enhorabuena y a celebrarlo con unas cervezas. El mayo seguirá allí por lo menos hasta la fiesta, a veces todo el año. Los mozos ya preparan la siguiente cita, que será la noche sin luna de la Octava. Y sonará el Cantar, que a modo de canción de mayo, se dedicará a las chicas casaderas.

(Las fotos utilizadas están obtenidas de las que Gonzalo y otros mozos han publicado en las redes de Valverde. Gracias a todos y enhorabuena)

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