Unos versos de D Antonio Sobrino a la Virgen de Gracia.

Don Antonio Sobrino (en Valverde siempre se ha puesto el don a los sacerdotes), fue educado en Valverde por su tío D. Bernardo Pérez, cuando este era párroco en nuestro pueblo aproximadamente entre 1915 y 1936. Su familia hizo llegar al ayuntamiento la poesía dedicada a la Virgen de Gracia, que fue escrita por él en 1941 y que transcribiremos a continuación.
Todos los mayores nacidos antes de la guerra fueron bautizados o casados por el referido D. Bernardo. Éste se ocupó también de la educación de sus dos sobrinos, D. Antonio Sobrino y D. José Peco. La ascendencia familiar provenía de Mazarete y a su pueblo fue a morir tras ser perseguido durante la guerra civil. Don Antonio falleció en La Solana (Ciudad Real) en 1994.

D. Antonio Sobrino con sus padres y D. Bernardo Pérez
Nuestro pueblo y sus gentes dejaron en Don Antonio Sobrino una profunda huella y siempre recordó su gran amor a Valverde cuando después ejerció en Umbralejo, Albendiego, Somolinos, en la catedral de Sigüenza, en la “SAFA” y en la parroquia de San Ildefonso en Madrid. Cantaba muy bien, fue canónigo y organista en Sigüenza y en 1949 predicó en el cantemisa del otro D. Bernardo, Gordo en este caso, de cuya familia era muy amigo. Donó a nuestra parroquia el cáliz de sus bodas de oro sacerdotales y dejó una fundación para decir misas en nuestra parroquia tras su fallecimiento en 1994.

D. Antonio Sobrino con sus hermanas y D. Bernardo Gordo
La poesía compuesta por D. Antonio Sobrino, siguiendo el estilo inconfundible de Gabriel y Galán, dice así:
A LA VIRGEN DE GRACIA
¿Dónde fue aquella imagen bendita
cuyas plantas de niño, besara?
¡Yo quisiera verla!
¡Mirarme en su cara!,
Y decirla, entre besos y abrazos,
lo que entonces, tal vez, no supiera.
Pero, ¡Ya no puedo!
que gentes perversas,
que no saben de amor, la quemaron;
¡A mi Virgen tan guapa y tan buena!
Eran dulces y grandes sus ojos,
como dos estrellas,
que en los cielos azules relucen
en noches serenas.
Bendecir solo saben sus manos,
que despiden olor de azucena,
cuando cuaja el rocío en su cáliz
lágrimas de perlas.
Dulcemente, tendida a su amparo,
vivía la aldea,
y los muertos del pueblo dormían
a la sombra de Virgen tan buena.
En su templo tenía su albergue
la carne rota,
esperando en silencio dormida
del juicio las cuentas.
A tu trono llegaban unidos,
rumor de floresta,
aguas cantarinas,
besos de la aldea….
Y unos olmos gigantescos y erguidos,
cual guardia despierta,
que vigilan con ojos de siglos
la fe de esta tierra,
que se viste con vivos colores
y que danza con ritmo a su puerta.
¡Danzantes devotos
que bailabais mi Virgen Morena!
¡Párroco celoso
que vivió tanto tiempo a tu vera!
¿Dónde estáis, que, aunque os busco no os veo?
Os fuisteis con ella,
y quedó con un triste recuerdo
llorando la aldea.
Otra Virgen de Gracia hoy ocupa
el puesto de aquella,
baila el pueblo sus danzas de siempre
y ante sus pies reza.
¡Aún espera en silencio dormido
la materia muerta!
¡parece igual todo!
¡La Virgen, los hombres, la fiesta!
Pero yo echo de menos un ¡Algo!
Que me causa pena.
¡Hay danzantes nuevos…
¡Hay un nuevo cura en la aldea…
Y, sobre estos recuerdos, me falta
¡Mi Virgen Morena!
Antonio Sobrino, 18 de Mayo 1941
Valverde de los Arroyos. Guadalajara
Agradecemos a su sobrina Concepción Sobrino García la cesión de estas fotografías y datos de D. Antonio Sobrino para la realización de este artículo