El alboroque y la caridad

La “caridad”, en forma de pan, vino y queso, era lo que ofrecía el arrendatario del molino al pueblo al llegar la fiesta de San Ildefonso, hasta que dejó de ser rentable. Luego la ofrecía el ayuntamiento, ahora ya en forma de comida popular. También daba el “alboroque”, ocho azumbres de vino (una cántara), tras una hacendera o hecho reseñable, y asimismo lo ofrecían los intervinientes en una compra-venta. Vemos aquí la historia de esta costumbre en Valverde y otros pueblos.

Cuando se celebraba algún acontecimiento, remataba una compra o finalizaba una hacendera era costumbre ofrecer un trago a los participantes, el alboroque. Una cántara de vino parece era lo que el ayuntamiento de Valverde ofrecía en la casa la villa o en la propia Dehesa al finalizar la hacendera que se llevaba a cabo en este paraje. Y quizás también fue lo que el abuelo Agapito gastó para convidar al pueblo por dejarle hacer su casa de la plaza.

Según la RAE la palabra “alboroque” tiene dos acepciones: “Agasajo que hacen el comprador, el vendedor, o ambos a quienes intervienen en una venta”. La segunda acepción es “Regalo o convite que se hace para compensar un servicio o por cualquier motivo de alegría”. Hace más de 300 años ya se tenían referencias de allá por el siglo XII con esta descripción: «Fué tassada por el valor de treinta sueldos en que fué apreciada vna cavallería menor, y quatro galletas de vino, que se gastaron en el alboroc.» (Berganza. Antigüedades de España, ed. 1719, https://www.rae.es/tdhle/). Este autor define el término alboroc como “robra, que confirma la compra”. Y robra según la RAE es: “convite con motivo del cierre de un trato”.

Nuestra historia.

Ambas situaciones se producían en Valverde, y en muchos pueblos de nuestra sierra, años atrás. En una transacción comercial, compra o venta, además de los implicados, siempre había alrededor algunos curiosos o interesados que intentaban convencer a una de las partes de lo jugoso de la oferta. Al rematar la venta era costumbre ofrecer un trago a todos los intervinientes, curiosos incluidos. Suponemos incluso que, probablemente, ese fue el motivo por el que, según la tradición, Agapito Martín ofreció una cántara de vino al pueblo al conseguir la autorización para edificar su casa de la plaza.

La otra situación en la que se ofrecía un trago, en este caso por el ayuntamiento o jefe de la hermandad correspondiente, se producía acabada una hacendera municipal o de propietarios. Era costumbre aportar una arroba de vino o una cántara, de medida no igual en todas las regiones ni para distintos líquidos. En vino parece eran 16 litros mientras que en aceite eran unos 12 l.

Una anotación en el Libro de Cuentas, del ayuntamiento de Valverde de 1828, cuya foto reproducimos, reza así:

 

“Por el bino de alboroque – – 0,53”

 

 

En Castilla la cántara o arroba (de capacidad) eran lo mismo y el moyo eran 16 cántaras. Media cántara era una cuartilla (8 l), que a su vez tenía cuatro azumbres. Cada azumbre (2 l) tenía cuatro cuartillos y cada cuartillo (medio litro aproximadamente), tenía cuatro copas (o panillas para el caso del aceite).

Según parece en nuestro pueblo de Valverde existía un recipiente de metal (¿o varios?), quizás de plata, probablemente de un cuartillo, donde se ofrecía el alboroque. Hay quien dice que estaba un poco decorado en el borde, a modo de repujado, pero nadie nos da cuenta de cuál fue su paradero. También comentan los mayores que había quien se lo bebía de un trago, ya en el límite para ponerse un poco contento, tras trasegarse el medio litro de vino del cuartillo.

Una de las ocasiones en que se llevaba una cántara de vino a la hacendera era cuando se iba a limpiar la Dehesa, cosa que se hacía de modo comunitario. Habiendo vino de sobra, había quien se llevaba un recipiente y, en lugar de beber toda la parte que le correspondía, lo llevaba a casa para compartir con el resto de la familia, cuando el preciado líquido no era muy abundante en todas las casas.

Nos cuentan que hubo un tiempo en que el encargado de repartir el alboroque era el “tío Leocadio”, como alguacil, después Demetrio, que quizás fue el último que lo sirvió, ya que, cuando Tomás fue alguacil el ayuntamiento ya no ofrecía el alboroque. No obstante, no hemos conseguido averiguar si el recipiente en cuestión se extravió o se conserva en algún lugar indeterminado.

En otros pueblos.

La costumbre de que el ayuntamiento diera un vino tras una reunión o hacendera era muy común en los pueblos, La Huerce, Valdepinillos, Robledo, Majaelrayo o Campillo…; el vaso de metal se iba pasando lleno de boca en boca hasta que se acababa la arroba, o hasta que alguno quedaba más contento de la cuenta. No todo el mundo podía beber vino a placer en su casa y algunos se aprovechaban: “Yo el vino si págaslo tú, bébolo yo como el agua”.

Asimismo, nos han comentado que las colodras, un cuerno de vaca cortado a modo de vaso y con un tapón de madera en el fondo, también era utilizado para este menester. (Foto de arriba del Museo etnográfico de Valverde  y abajo, foto y comentarios de José Mª Alonso Noguerales, relacionado con Valdepinillos y con Ujados).

 

En nuestras investigaciones por otros pueblos de la sierra tuvimos ocasión de investigar esta costumbre. En El Ordial, además, pudimos echar un trago en el recipiente utilizado allí para estos menesteres, una especie de patena honda de doble concavidad, y las fotografías adjuntas dan fe de sus detalles. A la ocasión en que se utilizaba y el hecho de hacerlo se llamaba “la caridad” (como en Valverde la de San Ildefonso). Parece que el recipiente de El Ordial estuvo un tiempo abandonado y se recuperó y ahora está cuidadosamente conservado y se sigue utilizando el día de la fiesta. Otra curiosidad del mismo es que, teniendo forma de plato hondo o de cáliz aplanado, la parte más amplia era utilizada por los hombres y la parte más estrecha era la destinada a las mujeres.

 

En Almiruete el alboroque (pastas y vino) también se llamaba así, y se daba el martes de carnaval tras una hacendera por el pueblo. También el mozo de botargas intercambiaba el alboroque, unos tragos de vino o mistela, con el alcalde (según información proporcionada por Miguel Mata y Lope González).

En los pueblos del concejo de Campillo y en Majaelrayo…, también el ayuntamiento daba un convite a los participantes en una hacendera. Parece que en Campillo había unas colodras, vasos de cuerno, en las que el ayuntamiento daba un trago a los contadores del “fogar”, (consumos destinados al hogar) cuando cada vecino declaraba los pastos, la leña, piedra, las cabezas de ganado, etc, que aprovechaba en el terreno municipal (Información facilitada por Tavi Mínguez).

Finalmente, José Antonio Alonso, en su libro “Robledo de memoria”, recuerda que en este pueblo se producían los dos hechos a los que hace referencia la definición de la RAE: en ocasiones una transacción (de tierras, ganado…) o hecho gozoso hacían que se produjera un convite colectivo y en otras ocasiones era después de la hacendera cuando el ayuntamiento ofrecía un trago de vino. Y también cuando se adjudicaba la fragua del pueblo al herrero, este debía pagar el alboroque. Este pueblo conserva también las copas donde se celebraba (cuya foto adjunta aparece en el referido libro Robledo, de memoria), que se servía a partir de unas jarras de barro, como describe el autor en el referido libro.

 

Robledo de Corpes.

Copas del Concejo (Foto: José Antonio Alonso)

 

 

 

Viejas costumbres que nos hablan de convivencia y de ganas de compartir con los demás los momentos de alegría alrededor de una copa de vino.  Que no se pierda la memoria y tampoco las buenas costumbres.

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2 Respuestas

  1. Rocío Ruiz dice:

    Muy interesante la información sobre el,alboroque y la caridad en estos pueblos..
    Costumbres de antaño que no deberían perderse, Nos has traído palabras y objetos cuyos nombres son poco conocidos, casi en desuso, por todo ello felicidades por transmitirnos esta cultura.

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