Candido Monasterio

Se cumplen ahora 135 años del nacimiento (1 de diciembre de 1890) de uno de los valverdeños más ilustres y entrañables del siglo pasado. Lo recordamos ahora, escrito con el corazón, de la mano y de la pluma de su nieto Emilio Robledo.

Cándido Monasterio Mata (1890 – 1991): hijo de Gregorio Monasterio Mata y de Isabel Mata Moreno y hermano de Sabina Monasterio. Casado con Felisa Mata Benito (1885-1945) hija de Isidoro Mata Benito y de Eusebia Benito Umbría y hermana de Benito, marido de Sabina, y de Celestino. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Ignacia, la única que le sobrevivió; María, fallecida a los 20 años en 1940; Ramón, fallecido a los pocos meses de nacer, en 1923; y Eusebia Isabel, fallecida en 1932 a la edad de 6 años.

Cabeza de familia en dos ocasiones. La primera por derecho propio en su matrimonio con Felisa y la segunda debido al fallecimiento de su yerno Emilio en una especie de matrimonio de padre e hija para sacar adelante a la familia rota de su hija Ignacia.

Cándido con Bernardo e Ignacia en la entrevista por su 100 cumpleaños

Cándido Monasterio con Bernardo Gordo y su hija Ignacia en la entrevista para El Eco por su 100 cumpleaños.

De profesión, según propia confesión, labrador y sacristán-organista, y entre sus hobbies,  aficionado a la caza y a la pesca, carpintero y jugador de bolos y de mus. No contempla en su biografía el oficio de pastor, muy habitual y generalizado entre los habitantes de Valverde, aunque siempre tuvo en propiedad alguna vaca y unas pocas cabras.

Miembro de la Cofradía de Coronados desde 1917 hasta su muerte y Registro de danzantes, siendo ocasional sustituto de alguno de ellos en caso de necesidad.

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De su actividad como labrador quizás haya dos cosas que mejor definen su carácter (su genio): el inicio temprano de la actividad, probablemente como consecuencia de su costumbre de madrugar para tocar al alba,  la rapidez en la ejecución de la tarea, cualquiera que esta fuese, y su habilidad en el manejo de las herramientas agrícolas, sobre todo de la dalla (guadaña), tanto de su afilado con el martillo en el yunque como en su manejo al cortar la hierba de los prados.

Su otra profesión le ocupó buena parte de su vida. Sucedió a su padre como sacristán en 1925  permaneciendo en el cargo hasta casi el final de sus casi 101 años siendo el último sacristán de Valverde y también el último de una larga saga familiar de sacristanes de al menos cinco generaciones por vía paterna: desde la década de 1740 cuando lo fue Joseph Chicharro,  a quien sucedió Ramón Monasterio hacia 1770 y a este su hijo Sebastián Monasterio que lo fue al comienzo del siglo XVIII, sucediéndole su hijo Manuel Monasterio hacia la mitad de dicho siglo y, tras unos años que lo fueron un sacristán venido de Tamajón y Tiburcio Moreno, siguió su hijo Gregorio desde 1894 y por último Cándido que lo fue hasta el año 1980 en que se jubiló “oficialmente”.

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Aprendió música y a tocar el piano comprado por su padre, que hoy conservamos en casa, y el armónium de la iglesia, regalado por los frailes filipinos, a los 20 años enseñado por su padre y por D. Víctor Ramos, natural de Berlanga, que ejerció de cura en Valverde entre 1912 y 1914. En la guerra lo destruyeron arrojándolo desde la tribuna. El que lo sustituyó lo compró él en Madrid en la C/ José Antonio, 3: costó 3.900 pts. mas 100 pts. para llevarlo a la empresa Bernal que lo subió a Tamajón. Sacaron el dinero de la rifa de un juego de cama (1.500 pts.) y de la representación de D. Juan Tenorio (1.500 pts.); el resto lo puso el pueblo siendo alcalde  D. Celestino Mata y cura D. Conrado Benito.

Se hizo cargo de la sacristanía de Valverde en 1925 a la edad de 35 años, si bien durante el tiempo que lo fue su padre ya colaboraba como monaguillo y en el rezo diario del rosario desde el 4 de octubre hasta el día de San Juan. A los 10 años iba los domingos a Palancares a cantar la misa por lo que el cura le pagaba 10 reales. Ejerció 3 años como sacristán en Retortillo durante la guerra hasta un poco después de su terminación donde cada vecino le daba tres celemines de trigo al año y el cura le pagaba 2,50 pts. al mes. Después de la guerra, vuelto a Valverde, construyó los tres altares que sustituyeron a los cinco destruidos durante la contienda: el del Santo Cristo, el de S. Ildefonso y el de la Virgen del Rosario, hoy ya desaparecidos, por lo que le pagaron 50 pts. por cada uno de ellos, y la Diputación les concedió 4.000 pts. En la década de 1960 colaboró en la construcción de los bancos de la iglesia con madera de los castaños que habían sido incorporados al paisaje de Valverde por su padre en los primeros años del siglo XX.

En los años 1934, 1935 y 1936 asistió como cantor, organista y director de un sexteto de músicos a las fiestas de Tamajón donde tocaban y cantaban en la misa y luego en el baile.

Entre sus funciones como sacristán cabe destacar: la conservación de la iglesia que incluía desde la reparación del tejado al mantenimiento de la lámpara del Santísimo por lo que recibía 5 pts. al mes y de la ermita-cementerio que incluía el rompimiento de las sepulturas para los enterramientos por lo que cobraba 2,50 pts.; los cinco toques de campana diarios, tres a cargo del pueblo (al alba o Ave María, a mediodía o Ángelus y a la Oración por la noche seguido del toque de clamor o de ánimas) y dos a cargo de la iglesia (a misa y al rosario) aparte de otros toques específicos (difuntos, distinto para niños y adultos, concejo, fuego…). Hasta la guerra tenía que asistir a misa todos los días, si era cantada el cura le daba 18 céntimos y si era rezada, 6 y por los responsos una tercera parte. Cada vecino le tenía que dar una arroba de patatas al año.

Candido y mozas

Aparte de estas tareas, sin duda se le recuerda como organista, cantor y director de las mujeres del coro parroquial (que vemos en la fotografía) algunas ya fallecidas. Aún resuenan en la iglesia de San Ildefonso de Valverde los ecos del sonido del armónium y las voces del coro cantando la misa de Ángelis, la de Pío X y la Pastorela, hoy felizmente recuperada, en la actualidad interpretadas en distintas fechas del año litúrgico por el actual coro, o de la misa a Dúo y Solos manuscrita en 1911 “para uso de Cándido Monasterio” de la que hace unos años aún recordaba Gregorio Mata los primeros compases del Kirie y cuya partitura todavía conservo.

Dedicado durante toda su vida al servicio religioso y al cuidado de la iglesia y de la ermita en 1979 se le rindió un homenaje en el que participó prácticamente todo el pueblo y se le concedió una placa por los servicios prestados que se colocó a la entrada de la iglesia donde aún se conserva. A su muerte, como agradecimiento a su dedicación a la iglesia y a la ermita, se autorizó su entierro en la ermita siendo el último enterrado en ella.

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Homenaje a Cándido Monasterio en 1989

En 1979 se desplazó como residente a Madrid siguiendo empadronado en Valverde a donde regresaba todos los años a pasar el verano cultivando su huerto y conviviendo con sus paisanos. Murió en su casa de Valverde el día 8 de septiembre de 1991, el día en que media España, casualidad o no, celebra la festividad de la Virgen bajo distintas advocaciones.

Cándido e Ignacia con los danzantes, en la celebración del centenario

Cándido e Ignacia con los danzantes, en la celebración del centenario

Su figura como miembro de una larga saga familiar durante siglos de personas con cierta entidad en la vida de Valverde (su padre Gregorio, su abuelo Manuel, su bisabuelo Sebastián o Fernando, tío de su mujer, entre otros) y como vecino durante un siglo de vida con un vasto conocimiento de sus aconteceres, ha sido fuente viva de información de cuanto sucedió en Valverde durante la segunda mitad del s. XIX por su relación con las dos generaciones que le precedieron y casi todo el s. XX, por experiencia propia, al que hemos acudido todos cuantos hemos querido saber algo de lo acontecido en el pueblo durante ese tiempo, entre ellos sus nietos, que contamos con notas y grabaciones de cuanto de manera informal o formal nos ha contado sobre personas, costumbres, tradiciones, etc. de manera que casi todo lo que antecede es resultado de muchas conversaciones con él.

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