ORACIONES, PLEGARIAS Y ALGUNA OTRA COSA (Por José Fernando Benito)

Mayo era un mes de variadas manifestaciones  tradicionales y religiosas: el mayo, las flores,  las cruces de mayo, rogativas, Pentecosté, la Ascensión… Finalizando el mes nos envía José Fernando dichos, oraciones y chascarrillos escuchados de boca de sus padres Macario y Claudia.  

Parece que, a medida que me voy haciendo viejo, mis recuerdos son cada vez más de cuando niño. Así, vengo a recordar dichos, chascarrillos, jaculatorias, adoctrinamientos y actitudes que estuvieron lejos de mi memoria hasta hace poco.

De mi madre recuerdo ¡como no! cosas que tienen que ver con Santos, doctrina católica y calendario religioso, no en vano ella fue de misa diaria, y de comunión y rosario más que semanales.  Así, cuando se terciaba o cuando la ocasión venía al pelo, citaba la mujer a alguna santa , por ejemplo a Santa Águeda, si había lloros infantiles:

Santa Águeda, magueda, linda señora,

cállame este niño, que llora, que llora.

Es verdad que uno solo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena:

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Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita

con papel y agua bendita, en el ara de la cruz,

Pater noster, amén, Jesús.

A la hora de irnos a la cama recordaba a Santa Mónica:

Santa Mónica sagrada, madre de San Agustín,

a vos encomiendo mi alma, que ya me voy a dormir.

La verdad es que cuando uno se iba a la cama, se amontonaban las oraciones, tal vez por temor a lo que pudiera pasar. Nos encomendábamos entonces a los ángeles como en estos ejemplos ya más universales:

Ángel de la Guarda, dulce compañía,

no me desampares, ni de noche ni de día.

Si me desamparas yo me perdería.

O las cuatro esquinitas :

Cuatro esquinitas tiene mi cama,

cuatro angelitos que me la guardan.

En Semana Santa, la cosa se ponía seria. Valía más no pecar demasiado y ayunar cuando se debía:

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Jueves Santo y no ayuné,  !Ay  Dios mío¡ ¿Dónde iré?

Al corral de las botargas a comer peras amargas

y membrillos amarillos y manzanas coloradas.

Allí  está Pedro Botero con las uñas afiladas

diciéndote ¡ Pasa, pasa! Y te comeré las entrañas. (***)

El único amago de juego, que yo recuerde, asociado a una retahíla de palabras dicha al tiempo que los dedos de la madre se desplazaban por los del niño era el “Pinto, pinto”, que ahora parece conocerse más por “Pito, pito”.

Pinto, pinto, gorgorito,

vendo las vacas  a veinticinco.

Tengo un buey que sabe arar,

estercolar,

dar la vuelta a la redonda.

esta mano que se esconda.

Una bromita infantil era aquella que consistía en hacerte mirar al cielo diciéndote : ”Mira un pajarito sin cola”, y cuando el crédulo niño levantaba la cabeza, el mayor le hacía cosquillas por el cuello al tiempo que decía : “mamola, mamola”.

Macario Claudia

En lo tocante a oraciones, mi padre era mucho menos docto que su esposa y tan solo recordaba el inicio de una que aprendió a medias de su madre, que se llamaba “El peral que Dios plantó” y, más que una oración, parece una narración basada en la Biblia, según dicen algunos en Internet.

El peral que Dios plantó era peral de victoria,

la tierra que yo le eché era perfecta memoria.

Le gustaban más a mi padre los dichos, romances anónimos relativos a la vida cotidiana del pueblo y refranes, algunos realmente poco conocidos, como estos:

Sacristán que vende cera / y no tiene colmenar,

robaverum, robaverum, / robaverum del altar.

O este otro : “Cuando regüelda el cabrero, ya le cabe otro caldero” ;  o este: “No comer por haber comido, no es enfermedad de peligro” , y finalmente : “A los ricos se les mueren los hijos, y a los pobres, los borricos”.

No me resisto a reproducir aquí un ¿refran? que decía Gregoria Mata, especialmente cuando la lluvia obligaba a recoger las parvas de mies. Decía Gregoria con un conformismo y tranquilidad envidiables : “El que lo moja, lo enjuba”.  Cierto.

Pero, volviendo a mi madre, el recuerdo de un chascarrillo cuyo alcance no acababa de entender, y que descubrí no hace mucho, me ha movido a incluirlo aquí como epílogo de estos trapos sueltos. Contaba madre cómo un niño justificaba ante el maestro de escuela sus faltas a clase durante toda una semana, y lo hacía de la siguiente manera :

ProcesiónCano

Lunes, letaina,

Martes, letaina,

Miércoles, letaina,

Jueves, La Ascensión,

Viernes coció mi madre

y sábado no pude venir, señor.

No sabemos qué excusa hubiera puesto caso de que el domingo hubiera sido lectivo.

Partiendo de la base de que “letaina” se refiere a letanía, encontramos que la Iglesia católica celebraba unas llamadas letanías menores o rogativas, que incluían procesión y peticiones de protección a los campos y buenas cosechas. Y, miren ustedes, dichas rogativas eran tres y se celebraban los tres días anteriores a la Ascensión, por lo cual, el chiquillo de la copla, si era monaguillo o asalariado de la Iglesia, tenía toda la razón al justificar sus faltas.

***Una escalofriante versión de esta salmodia, titulada “La botarga” fue publicada por el grupo “Tundra” en su disco “Voces del desarraigo”. Escúchala aquí: https://m.youtube.com/watch?v=DviAYnfV-jk

 

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